28/4/12

Cumpleaños


-¡Que bueno que viniste!
No te hubieras molestado tanto…
¿Un regalo? ¿Qué es?
Ahh… un adjetivo… qué lindo –dice con una sonrisa rígida-, es justo lo que necesitaba…
No, sí me gusta
No, no, en serio, está buenísimo.
No te pongas así de verdad me gusta.
No, no quería un par de medias este año, tía.
¿Estabas entre otro adjetivo y un adverbio? Mirá vos.
¿iInexorable o fatalmente? No lo hubiera imaginado (¿nunca un incólume o un fantástico, no?).
Gracias, lo voy a poner en la pila con el resto de los regalos, así la gente lo ve.

27/4/12

Lunes por la madrugada


Pella oscura homogénea, el limpiaparabrisas amasaba lo que quedaba de noche, estirándola con su mecánico ir y venir. Rosendo estacionó su nuevo auto viejo –este también se lo había ido comprando a la agencia, de a poco– frente a su casa, y cubrió la distancia que lo separaba de la puerta con un andar manso, resignado: mojar iba a mojarse lo mismo. Su mujer lo esperaba con el mate listo y facturas. Le reburujó la cabeza con un repasador y un olor compuesto, a húmedo y pan, lo envolvió; luego tomó sus cosas, le sonrió, lo besó. El reloj marcaba las cinco menos cinco: aunque lo hubiera intentado, no la habría logrado retener ni un minuto: hace una semana había empezado en la panadería. En el umbral, Lucrecia pensó en el desorden que encontraría a la vuelta. (Lo encontraría: Rosendo era el tipo de hombre, quizá en extinción, cuya única posibilidad de recibir al mundo en forma estructurada –sea en orden alfabético, cronológico, temático, género-especie, o el que fuera– depende de la intermediación de una mujer –sea madre, esposa, telefonista, o la que fuera–.) Solo en el pequeño living-comedor, Rosendo pensó en la ducha que aún debía darse antes de aterrizar en la cama. (Al final no se bañaría.) Miró melancólico la última medialuna –de manteca–, en su mano blanca, pálida a la luz de la lámpara de techo, pensó en el aumento de peso que –inevitablemente; irreversiblemente– sufriría su mujer, y engulló la mitad de la factura de un bocado, con una media sonrisa, y los ojos en blanco.