28/1/12

Estados de conciencia

¿Qué me pongo?, mierda, me quedan diez minutos y todavía me tengo que lavar el pelo, refunfuñé afligida. Colgarte un aro de bronce en el pezón izquierdo de unas tetas recién hechas no es muy buena idea, reflexioné, mirándome al espejo del baño, con el aro en la mano, a punto de ponerlo. Además no pegan con el corpiño: listo, punto final, dispuse, y lo clavé en el jabón. Entonces pensé qué raro, yo no tengo un aro como ese. Debo estar soñando, deduje, y la imagen de mi cuerpo erizado, reflejada entre los suéters blancos de vapor que bailaban por el aire, al compás suave del fluido de la ducha, me fascinó. En el mismo instante de tristeza en el que advertí que había perdido el baño y mi oportunidad –llevaba más de diez minutos absorto en mis pechos de perfecto bisturí y el agua, ya fría, seguía corriendo–, me percaté, además, de que ni siquiera tengo tetas. Estás dormido, Carlos, ya te dije, insistí con fastidio, y giré hacia el otro lado de la cama.

27 formas dignas de morir

Atragantado por una nuez sin pelar.

Atragantado con saliva.

Atragantado por un pedazo de vacío.

Aplastado por un piano.

Aplastado por un piano blanco.

Aplastado por un piano rosa.

Aplastado por un meteorito.

Asfixiado en  un juego sexual.

Asesinado por equivocación.

De un tropezón y un golpe contra el cordón de la vereda.

De un tropezón en la escalera de un bar de mala muerte que queda en un sótano.

Golpeado contra uno de los escalones  del bar de mala muerte por el hombre de seguridad del mismo.

Envenenado por el barman.

Despedazado por una jauría.

Atropellado por el camión de la lavandería.

Suicidado a causa de una promesa tonta.

Ahorcado porque tu bufanda (de una longitud pomposa) se enredó en el eje de tu descapotable.

De una pulmonía porque al idiota de tu amigo artista se le ocurre arrancarle el techo al descapotable antes de salir de viaje.

Asesinado de un balazo porque un idiota tiene complejo de inferioridad y quiere llamar la atención.

Ahorcado para que tu muerte sirva de motivo para que tus compañeros de vuelo con quienes sufriste un accidente y caíste en un isla extraña y mágica vuelvan a la misma (porque la isla misma te lo indica).

Desintegrado porque tu viaje en el tiempo junto a un científico loco produjo un desorden en el plano espacio-temporal  (y para no desparecer te ves obligado a tratar de que tu presencia no genere cambios drásticos y tus padres se conozcan y enamoren).

De un ataque al corazón en medio de una pelea callejera.

De celos por un amor enfermizo.

En una accidente de autos por no entender la orientación y el sentido del tránsito en un país extranjero en el que el volante queda del lado derecho.

Suicidado por una pose bohemio-romántica.

Habiendo trabajado toda tu vida para el Estado.

De sobredosis, a los veintisiete años, siendo el mejor guitarrista de la historia del rock.

19/1/12

Dios

Estuve leyendo El libro de los veinticuatro filósofos (Siruela, Biblioteca Medieval, España, diciembre de 2002), de la segunda mitad del siglo XII.
Explica el Prólogo: “Habiéndose congregado veinticuatro filósofos, tan sólo una cuestión les quedó sin resolver: ¿qué es Dios? Entonces, por decisión común, se concedieron un tiempo y fijaron el momento de un nuevo encuentro. Cada uno de ellos expondría su propia idea de Dios en forma de definición, de modo que a partir de cada una de sus definiciones pudiesen establecer, de común acuerdo, algo cierto a propósito de Dios”.
Dirían los congresistas que “Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna” (II), que “se halla por encima del ser, necesario, abundante y suficiente él solo para sí mismo” (XI), que “se halla siempre inmóvil en el movimiento” (XIX), que “es el único que vive del pensamiento de sí mismo” (XX) y que “es la tiniebla que permanece en el alma después de toda luz” (XXI), entre otras cosas.
Disiento con la teología negativa del Liber: por un lado, no puedo concebir el bien escindido del mal, y viceversa; por el otro, no admito que Dios no pueda ser conocido –“en esto consiste el verdadero ignorar: saber aquello que Dios no es, y no saber aquello que es” (XXIII)–. Yo tengo una foto suya en mi cuarto: es viejo y barbudo, tiene nariz de borracho, los ojos cerrados y un gesto dolido. La sacó Santiago Carrera, en Cuba, y apenas la vi supe que era él, inconfundible como es.
Desde la pared de enfrente, un Reinaldo Arenas ya maduro lo observa, como león amaestrado, sin misericordia.




5/1/12

El cretinoso, según Leonardo Sciascia

En uno de los cuentos del volumen "El mar color de vino" (con el que disfruté mucho), se relata la intervención como perito, en un caso criminal, de Cesare Lombroso. Luego de describir la conclusión pericial y de valorarla ("En conjunto, nada más de lo que se advierte escudriñando en las familias normales"), el narrador se permite valorar todavía más, por intermedio de esta aclaración:

El término «cretinoso», por otra parte, es una atenuación del de «cretino»: «además del cretino», explica el profesor, «tenemos al "cretinoso", que tiene rasgos comunes al primero y al individuo sano y normal». No podemos sino lamentar que esta palabra no haya pasado del lenguaje del criminólogo al de uso común, pues vendría que ni pintado para definir a aquellos cretinos que se sirven de los instrumentos de la razón.