28/8/17

Pájaros


"Las manos de mi madre son como pájaros en el aire".
Peteco Carabajal

"Como un pájaro en el cable, traté, a mi manera, de ser libre".
Leonard Cohen



                Me llamaron de la escuela. Mi hijo había estrangulado el canario de la recepción. Al parecer, alguna confusión le surgió cuando le quise explicar aquello de que es mejor tener pájaro en mano que cien volando. Recuerdo vagamente esa conversación con mi hijo, cuando le quería explicar que todo no se puede, que se contente con el helado que había elegido. Mientras se lo contaba, me cruzó la mente el chiste juvenil del pájaro en mano como imagen de la masturbación. Esto no se lo conté a la directora, por supuesto, y este ocultamiento me puso un poco del lado de mi hijo, me hizo su cómplice frente a mi mujer y la directora. Exageré un poco mi indignación, juré vengar la muerte del canario con una conversación severa, una penitencia de zapallitos rellenos, nada de papas fritas. Y le fui a comprar otro canario al conserje.
                Fui con Lucas a comprar el pajarito, para que aprenda a enmendar errores. Mi mujer le quería poner Luca, sin “s”, pero en el registro civil, cuando fui, lo inscribieron así, Lucas. En gran parte porque yo le dije “Lucas”, pero esto sólo lo sé yo, el empleado del registro civil lo debe haber olvidado. Los primeros días se mantuvo, sin embargo, el Luca que aparentemente consensuamos. Después se fue imponiendo el Lucas de las tablas sagradas del documento. Nos ahorraba explicaciones. Mejor llamarlo como se llama. Bueno, el caso es que Lucas estaba encantado con el paseo, quería comprar alpiste, una pecera, un cobayo. Le recordé que estaba purgando un error, no eligiendo regalo. Estuvo por hacer un berrinche. Si seguís así, le cuento al vendedor lo que le hiciste al canario, le dije bajito, aunque el vendedor escuchó. Los niños a veces son muy sensibles a las amenazas. Bueno, matará animales, pero al menos tiene vergüenza, pensé. Y me felicité por el hombrecito que estaba formando, y otra vez me felicité por llamarlo Lucas.
                Compramos el más barato. Había diferencia de precios, pero parecían todos iguales.  Debo reconocer que con los animales domésticos de menos de diez kilos no tengo mucho paladar para apreciar matices. Puedo distinguir un galgo de un pastor alemán. Punto. Había olor a corral. Para qué carajo querría alguien un canario. Bueno. Lo llevamos directo a la escuela porque, según entiendo, esos bichos se mueren así nomás, y lo quería devolver entero. Tener que ir con un canario en el auto, apurado para que no se muera. Dios mío. Pero en el camino, solamente en diez minutos, me encariñé. Después de todo, es mi hijo, pensé, y lo quise de nuevo. Iba mirando distraído por el vidrio, con el pájaro en una caja sobre las rodillas. Le dije que lo quería, que no me importaba si se equivocaba, yo siempre iba a estar ahí. No sé por qué lo dije. No le interesó para nada, siguió mirando por el vidrio.
                Le dejamos el canario al conserje, que puso una cara rara. Creo que no sabía qué cara poner. Un poco de ahora sí, el crimen está reparado. Pero también un poco de desprecio, como si le estuviéramos entregando un canario vulgar. De todas formas, no me quería demorar mucho, prefería irme rápido, con el canario rebosante de salud. Esa noche, Lucas me dijo que Pipo, el canario, ya silbaba. ¿Pipo? ¿Y cómo se llamaba el anterior? Pipo, también. Me causó gracia. Me enojó también, la frialdad del conserje, reemplazar el pajarito así nomás, y yo que me había esforzado en elegirle uno.
                A la semana sguiente, otra vez nos llamó la directora. Otra vez el canario. No había evidencia de Lucas, pero era el principal sospechoso. La jaula estaba abierta. Llamaron a Lucas para interrogarlo delante nuestro. Me pareció un poco excesivo. Dijo que no sabía nada. Cuando lo presionaron, dijo que tuvo que liberarlo, no podía verlo encerrado. De hecho, al Pipo anterior había querido liberarlo pero murió de miedo en sus manos. (Esto corroboraba mi teoría sobre la fragilidad de los canarios. Me tomé unos segundos para saborear mi acierto.) El asunto se ponía molesto, no quería seguir yendo a ver a la directora a la escuela. Cuando Lucas volvió a su curso, prometí un castigo sanguinario. La directora, antes acusadora, ahora parecía protectora, insinuaba que a los niños hay que comprenderlos.  Tiene 16 años, señora. Y se quedó balbuceando, temerosa, buscando con los ojos un gesto cómplice en mi mujer (que no prestaba atención, estaba tecleando en su celular).

                Me fui satisfecho. A Lucas ya lo había comprendido. Por eso me mostré intolerante. Ahora lo verían como un adolescente indefenso ante un padre brutal. Tal vez lo trataran mejor. Y se dejara de joder con el pajarito del conserje.

Sopa de cebolla

Cubrirse con mantas,
esconderse debajo de la cama,
prender la luz,
aferrarse a un peluche con ojos de botón
 o a dios, aunque dios fuera una cebolla.

Sin  embargo, si dios fuera una cebolla todo sería más sencillo,
Si dios fuera una cebolla podríamos urdir que la complejidad del universo se debe a la cantidad de capas,
o a que es esférica y que, tal vez,
su centro esté en todas partes y su circunferencia en ninguna.
Si dios fuera una cebolla podríamos culparlo por su mal olor.
Si dios huele mal peor debería oler su creación (de eso no hay dudas).
Si dios fuera una cebolla,
abrirla y despedazarla nos haría llorar (aunque no sé muy bien por qué).

Todo lleva un poco de dios y dios está en todas las comidas.
No hay ningún plato decente sin un poco de dios.
Esa es la ley primera, y la segunda (también la tercera, la cuarta y la quinta).
De chicos esperábamos con ansias que llegara la pascua,
pero no por los huevos de chocolate,
Sino porque mi abuela hacía una sopa de cebolla fantástica,
repleta de queso y pimienta,
donde una tostada naufragaba en el centro de sus aguas verdes y espesas.
Llegaba el domingo de ramos y los olivos me hacían pensar en la cebolla,
En la muerte próxima y tan cercana de la cebolla.
En su resurrección de domingo para halagar los paladares y saturar nuestros estómagos.

soupe d'oignon, Onion soup, zuppa di cipolla, sopa de cebollas...

dios se fue, se fue hace rato, pero la cebolla sigue estando
mi abuela transmutó en ceniza y en el eco de su voz cascada que sigue rebotando, por las noches, en las paredes de mi cráneo cuando apago la luz.