A
veces escribir duele. A veces no escribir es lo que duele. A veces uno no sabe
lo que escribe y por eso dice a veces. A veces pienso que dos veces son las
veces que alcanzarían para poder ver los dos reveses. Otras pienso en ostras o
cosas que no son nuestras ni tuyas ni de nadie, más que de otros. Los otros son
el infierno ni son. A veces son un quizás o menos que un tal vez, pero
definitivamente se muestran indecisos y corruptos. Ninguna de todas las veces
pienso que a veces se puede llegar a algo, y que tener conciencia de lo que
digo, hago o escribo, no es más que uno más de todos esos mases que forman tu
infierno, mi infierno y el infierno de todos esos otros que son los otros.
Otras me dan ganas de llorar o llover por un rato, mirar las lágrimas caer del
cielo sin pañuelo que las contenga y poder desahogarme un poco, dejando los
días llover, dejándolos llorar o tal vez dejándolos pasar. Quién su hubiera
animado a decir que es nada lo que tengo para decir, escribir o cantar cuando
eso es lo único que soy o ni. A veces miro para adentro y me doy cuenta de que
mirar para adentro no se puede. A veces vuelvo a mirar para adentro y me doy
cuenta de que mirar para adentro no se puede. A veces me dan ganas de mirar
hacia afuera y me doy cuenta de que mirar para afuera tampoco se puede. A veces
me siento un ciego detrás de esos ojos que apenas pueden ver o versear o vivir
alguna sensación cercana o lejana de eso que es que los infiernos sean los
otros, que los otros sean los infiernos o lo que decía en un principio.
A
veces miro por la ventana las cosas que pasan y las palabras que se dicen y las
que se callan. Nunca me decido por mirarte a los ojos, por que tus ojos son lo
prohibido, lo insoportable o lo sublime. Nunca creí que diría al respecto de decir
nunca y no supe como era eso de escribir que me dijo un amigo escritor cuando
me estaba escribiendo sobre sus escrituras en letras. A veces se hace difícil y
duele escribir por que escribir duele como duelen los días, como lloran las
mañanas o como agonizan las noches. Doler duele y los a veces los dejamos para
otro día por que ya no puedo ni quiero ni debo pensar de la forma en que se
piensa hoy, mañana, pasado o ayer. Ayer también lloraba y pensaba en como
suenan las palabras que salen de mi boca. Como retumban las palabras en mi boca
y cómo es que se van diciendo solas, solas. Ayer y llorar o llover no son
hermanos pero perfectamente pueden ser primos, lo mismo que obrar, amar o
matar, solo que estos están peleados. Esto es inevitable y los días pasan por
más que yo ni quiera. No quiero que ellos pasen y se van y me van matando, como
cuando se fueron todos esos soles y todas esas lunas, como cuando se fueron
todas esas ropas y todas esas otras cosas que dejan de estar y desaparecen. Se
van, no están más: las matan, las cantan o las sangran, y las caras se vacían
de rubor y quedan pálidas, y todo parece un agujero negro del que nadie quiere
hablar. Las caras vacías de todos esos que no están y tendrían que estar al
lado nuestro. Las caras de todos esos cielos y esos infiernos que no están y
que podrían haber estado, pero fueron consumidos por otros infiernos.