24/9/12

En la montaña


        Oyeron los chasquidos -hundidos en el murmullo nocturno del bosque- de ramas resquebrajadas acercándose a intervalos irregulares, luego los pasos apurados hacia la casa, a través de los vidrios oscuros, y por detrás de las paredes y las puertas de madera, la puerta de entrada que se abría, un bulto que se depositaba en el piso, un ruido metálico, un cauto deambular entre sombras, un líquido vertiéndose en un recipiente, una fuerte exhalación de sosiego y luego otras, más leves.
        Oyeron los pasos pesados remontando la escalera, la puerta de un cuarto que se abría, el roce de mantas, y un cambiante cúmulo de ajetreos y suspiros ahogados que se acallaban de pronto. Oyeron nuevos pasos, la puerta que se volvía a abrir y a cerrar, el ingreso a la habitación de al lado, otro zarandeo abrupto y silencioso, y el irse hacia el cuarto del fondo, tirarse en la cama y roncar.
        Oyeron el despertar de mañana, el bajar con la niebla del sueño, el pedido de leche tibia, de comer pan con queso, y la risa, tan sonora, tan suya, al oír a su madre gritarle a su hermana que ya se despierte, que baje, que Carl había vuelto, por fin, de su viaje.

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