A
Julio Argentino Torri se le nublaba la visión, por momentos la realidad era
opaca. Veía doble, triple, tropezaba, caía, se levantaba y volvía a caer.
Convivía con Sanchos y Quijotes multicolores. Parecía embarcado un día de
tormenta en la Niña, la Santa o la Pinta, cuando en realidad el sol rajaba la
tierra y la calma era “chicha” en la chatura de la pampa. Se revolcaba por el
piso y sus mejillas rojas parecían pintadas como una muñeca o una niña no tan
santa. Sus días de estafador habían quedado en el pasado y ahora navegaba solo
por los terribles mares de alcohol que desataban una tempestad entre las
paredes de su cráneo. Dentro de poco ni los dientes le quedarían en su lugar.
Había olvidado casi todo, salvo algunos nombres que todavía resonaban en su
cabeza: “jof, koff, cof, poff”, un hábito vil de levantar falso testimonio y un
error que para un autor es peor que el de perder la elegancia: confundir la
realidad con la ficción. El tribunal de la Historia avalaba algunos de sus
pedidos, pero el tribunal de la Ficción lo condenaba.
Después
de muerto, su amigo enólogo, Franco Gorelli, le dedicó un texto llamado
“descripción de un vino” en referencia al fantástico vino Aldonia La Dama. Aquí el texto para ser bebido con los ojos:
“
En memoria de Julio Argentino
Torri
Vestido
cereza de capa alta con ribete cardenalicio. De aspecto opaco, con lágrima
marcada y de lenta caída. Su nariz es intensa y algo cerrada al principio, de
corte confitado de frutos del bosque entramados con finas notas de chocolate,
vainilla, tabaco y cuero, con un trasfondo de tierra y ligeras notas licorosas
bien integradas. En boca es muy sincero y profundo, con una avidez viva que
augura buena evolución, bien cimentada, con taninos presentes pero sabrosos y
repuntes amargos a su paso. Portador de frutas silvestres maduras y frescas
sobre fondo de bombón de moka, tonos de tinta y atisbos minerales. Final de
boca amplio y con peso, de postgusto muy largo y goloso. Le queda mucha vida
por delante…”.
“Después
de todo siempre es más sencillo pagar las deudas ficcionales que las reales”,
pensó Franco cuando acabó de escribir la descripción. Le dio un último sorbo a
su copa. La apoyó sobre la mesa y salió de la habitación.
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