Vio al
hombre negro abrigado en la plaza y pensó en dos opciones: o bien el negro era
un inmigrante que vendía droga o bien era un paseante negro que pensaba que el
latino que era él mismo era un latino abrigado que vendía droga. Y en la larga
caminata con misteriosos cruces con hombres lógicamente abrigados pero
sospechosamente solitarios en las plazas pensó lo que él pensaba de ellos o lo
que podían pensar de él pensando en ellos y entonces quién era el vendedor de
drogas era muy incierto entre dos locos solos pensando al infinito sobre la
presencia misteriosa del otro en el frío de las plazas berlinesas, el frío que
se prende y aferra por adentro como un feto.
3 comentarios:
En honor a Julio Florencio en el año de su centenario... lindo texto.
(y no, no soy un robot).
Excelente.
¿Cómo puedo saber que no soy un robot?
Podés saber que no sos un Robot porque te preguntás y dudás si sos un robot o no. Y los robots no dudan (no todavía).
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