Cubrirse con mantas,
esconderse debajo de la cama,
prender la luz,
aferrarse a un peluche con ojos de botón
o a
dios, aunque dios fuera una cebolla.
Sin
embargo, si dios fuera una cebolla todo sería más sencillo,
Si dios fuera una cebolla podríamos urdir que
la complejidad del universo se debe a la cantidad de capas,
o a que es esférica y que, tal vez,
su centro esté en todas partes y su
circunferencia en ninguna.
Si dios fuera una cebolla podríamos culparlo
por su mal olor.
Si dios huele mal peor debería oler su
creación (de eso no hay dudas).
Si dios fuera una cebolla,
abrirla y despedazarla nos haría llorar
(aunque no sé muy bien por qué).
Todo lleva un poco de dios y dios está en
todas las comidas.
No hay ningún plato decente sin un poco de
dios.
Esa es la ley primera, y la segunda (también
la tercera, la cuarta y la quinta).
De chicos esperábamos con ansias que llegara
la pascua,
pero no por los huevos de chocolate,
Sino porque mi abuela hacía una sopa de cebolla
fantástica,
repleta de queso y pimienta,
donde una tostada naufragaba en el centro de
sus aguas verdes y espesas.
Llegaba el domingo de ramos y los olivos me
hacían pensar en la cebolla,
En la muerte próxima y tan cercana de la
cebolla.
En su resurrección de domingo para halagar
los paladares y saturar nuestros estómagos.
soupe d'oignon, Onion soup, zuppa di cipolla,
sopa de cebollas...
dios se fue, se fue hace rato, pero la
cebolla sigue estando
mi abuela transmutó en ceniza y en el eco de
su voz cascada que sigue rebotando, por las noches, en las paredes de mi cráneo
cuando apago la luz.
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