Las cosas inofensivas del pasado se atrincheran en la baulera. El territorio tomado, del mapa mental borrado, parece por la mudanza amenazado. La
puerta hace tanto tiempo cerrada hubiera parecido más pesada. Adentro: montones de trastos apilados en un monumento a un pasado ajeno. La pintura de las paredes
se suelta en jirones blancos, como si le hubieran pasado un rallador. La vieja
lámpara insinúa su desnudez infame bajo el perverso abrigo. Los cables de cobre
enrollados están de polvo frotados. Las cajas de cartón custodian el olvido de
su interior. La mesa ratona se aferra bajo el desorden que la aplasta. Las
pelusas envuelven en su trampa de tiempo las telarañas desocupadas.
Un
cuadrado vacío de polvo, de feliz geometría, angustia la perfecta posición asentada
del resto de las cosas, sacude la alegría muerta tan controlada: una caja ausente.
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