El sol
baja, se hunde en la tierra que se quiebra. Los rayos salen de las grietas,
encegueciendo la mirada. La lumbre de la agonía reluce sobre los cúmulos de
nubes. Ese infierno calmo se empieza a doblar. Se curva por todos sus lados hasta
transformarse en ojo. Ella mira. El atardecer es pupila, mirada, contemplación.
Traga saliva y toma conciencia, percibe en ese ardor, en ese horizonte en
llamas, una nada, una esfera hueca que se hunde en su pecho y la lastima.
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