19/1/12

Dios

Estuve leyendo El libro de los veinticuatro filósofos (Siruela, Biblioteca Medieval, España, diciembre de 2002), de la segunda mitad del siglo XII.
Explica el Prólogo: “Habiéndose congregado veinticuatro filósofos, tan sólo una cuestión les quedó sin resolver: ¿qué es Dios? Entonces, por decisión común, se concedieron un tiempo y fijaron el momento de un nuevo encuentro. Cada uno de ellos expondría su propia idea de Dios en forma de definición, de modo que a partir de cada una de sus definiciones pudiesen establecer, de común acuerdo, algo cierto a propósito de Dios”.
Dirían los congresistas que “Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna” (II), que “se halla por encima del ser, necesario, abundante y suficiente él solo para sí mismo” (XI), que “se halla siempre inmóvil en el movimiento” (XIX), que “es el único que vive del pensamiento de sí mismo” (XX) y que “es la tiniebla que permanece en el alma después de toda luz” (XXI), entre otras cosas.
Disiento con la teología negativa del Liber: por un lado, no puedo concebir el bien escindido del mal, y viceversa; por el otro, no admito que Dios no pueda ser conocido –“en esto consiste el verdadero ignorar: saber aquello que Dios no es, y no saber aquello que es” (XXIII)–. Yo tengo una foto suya en mi cuarto: es viejo y barbudo, tiene nariz de borracho, los ojos cerrados y un gesto dolido. La sacó Santiago Carrera, en Cuba, y apenas la vi supe que era él, inconfundible como es.
Desde la pared de enfrente, un Reinaldo Arenas ya maduro lo observa, como león amaestrado, sin misericordia.




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