28/7/13

La pata del gato

Julio Argentino Torri estaba contra las cuerdas. Si no terminaba de escribir a tiempo no iba a poder publicar. Mientras nada se le ocurría, pensaba en Fernando Cabrera y una canción de él que decía “la calle Llupes raya al medio y encuentra a Belvedere”, pero sus ideas no encontraban a Belvedere, deambulaban como sonámbulos construyendo aporías.  Pensaba en la base rítmica de un ballenato, en la mirada de una foto de un dios cubano que colgaba de la pared de su habitación, y se regocijaba en la creencia del inminente fracaso de sus competidores. Confiaba en la pereza de Franco Gorelli y en la inoperancia cibernética de Makel Joff (el afamado emprendedor austríaco). Pensó en escribir sobre la problemática de publicar, pero le pareció que era demasiado chanta hacer eso. Se le ocurrió una idea sobre los empalados, pero prefirió guardar ese material para su exitosa página secreta. En eso su gato se subió al monitor y apoyó una pata sobre el teclado y a Julio se le prendió la bombita de luz. 

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