Como la
transpiración del caballo o a lo que remite su olor. Como el calor de ese pelo
mojado palpitante. Como la idea de libertad, sujeta a una cincha apretada de
cuero, de piel, de sí, y a las espuelas punzantes, al freno que las muelas todavía
no liman, a las riendas que sujetan manos de futuro dirigido. Como la esclavitud
fiel y orgullosa, de amistad cruzada de rencores, de sonrisas de reojo, de paciencia que
mastica sueños rotos comparados. Como el galopar de placer vibrante que vuela deslizándose
por la superficie penetrada de la tierra. Como el anverso encorvado –puro piernas–
de voluntad espoliada, de acción ciega, de orejas vueltas hacia la nada. Como
el sinsentido de la existencia, su andar deambulante o su mirada sin párpados. Como
esta vida bajo un signo.
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