Bajé
las escaleras. Despacio, mientras escuchaba voces abajo, hasta que todo
desapareció con ruido de puertas. Me ahorraba la gente, aunque internamente
deseaba cruzarme a la vieja que no saluda para embocarle una sonrisa humillante
a la que no pudiera responder. Ya en la calle paró un auto y me interrumpió de
mis distracciones. Por la ventana apareció una chica arreglada que me hizo
señas y empezó una larga pregunta de calles y barrios. Un tipo asomó desde
adentro del auto y le sacó protagonismo:
-¿Sabés dónde queda Casa Huppé?
-Sí. –Dudé un poco. –Voy para
allá, llevame y te guío.
El
tipo perdió un segundo el dominio, la boca de pejerrey, pero enseguida se
recuperó, cerró la mandíbula y encontró las palabras:
-Perdón, no te conozco.
La frase pasó justo antes que se
cerrara el vidrio y el auto arrancara de nuevo. Decidí faltar al cumpleaños y
me fui por donde creía que era Casa Huppé. En el camino, un chico me preguntó
si no tenía una moneda.
-Sí, tengo millones, pero no te
doy nada.
El
chico se fue derrotado. Un quiosquero me felicitó, así se responde. Lo evité. Me
entraron unas ganas locas de enojarme. Me di cuenta cuando la chica que salía
del quiosco tiró la bolsa y el envase de lo que compró -¿lubricante sexual, un
chocolate?- a la vereda. Pensé en insultarla, pero otro idiota –no yo- le hizo
un comentario relativo a la instrucción, a la civilidad. Un escándalo de
imbecilidad. Lo miré fijo para atraer su previsible mirada, para inducirlo a
buscar en mí a un cómplice de su indignación. Naturalmente, me miró con un
gesto, buscando consentimiento. Qué placer no devolverle nada, ni sí ni no,
desinterés puro, ni siquiera un desafío, como para que se fuera a su casita pensando
que ya no existe el respeto, que no vale la pena. Desde un taxi me vino el
himno nacional. Me entraron ganas de reírme, de para qué. Para avisar que eran
las doce, quizás.
Cuando
creía que todavía faltaba un poco, vi gente entrando a una casa antigua
reciclada. Me acerqué. Casa Huppé. Todos muy cancheros. Tengo mi abrigo
importado, pensé, puedo entrar desapercibido. Era un cóctel de jóvenes
sonrientes y presumidos cuyo único objetivo en ese momento parecía ser la comunicación
de la alegría. Mientras agarraba unas empanadas y champán, quedé cerca de un
grupo. Se estaban conociendo, así que yo era uno más. A uno le preguntaban, era
diseñador, qué copado, después una chica era directora de arte, ay, me encanta
siempre me pareció súper interesante, un productor de cine, qué bueno, viajar,
conocer gente, una artista plástica que todos conocían menos yo, que como estaba
mirando de tan cerca me incluyeron, entonces me tocó a mí:
-Yo no hago nada.
No
pude reprimir esa mueca que hago cuando estoy incómodo y que parece una sonrisa
que me hace pasar por boludo, o peor, por simpático.
-Ja ja ¿Y qué hacés acá? No
habrás venido por la comida –, adivinó la arquitecta, que parecía feliz como
destilado de pelotudo.
-Exacto. Y por curiosidad.
Otra
vez la falsa sonrisa. Se rieron un poco, y siguieron la charla. La arquitecta
se me acercó e insistía con sus preguntas, qué misterioso, dale que seguro te
conozco de algún lado, a qué te dedicás.
-Nada. Ostentación de
mediocridad.
Parece
que todo lo que le decía le gustaba. Quería escribir sobre esta noche, cosas
como: feliz como destilado de pelotudo. Pero esto iba de mal en peor.
-Ja ja, qué buena onda. –Me dijo.
No lo puedo soportar:
-Buena onda, pasarla bien, lo
importante es lo de adentro, clima de negocios, son todos corruptos, hay que
ser abierto, que gane el mejor, alerta meteorológico, eso no da…
Se asustó porque estuvo por
entender, pero se quedó en terreno seguro: me miró con cara de lobotomía como
si no entendiera. Porque no entendía. Me quedé callado, pero otra vez mi puta sonrisa le
devuelvió la confianza.
-Yo la estoy pasando bien, -me
dice. -¿Vos?
-Yo no tengo ganas de pasarla
bien.
-Ja ja. ¿En serio? ¿Por qué no?
-Porque no quiero que me
obliguen.
Se quedó con el tema de pasarla
bien. Le dije que no me interesaba. Eso de pasarla bien es pura prensa. Ese pensamiento me gustó, pero ya me estaba poniendo sensible y permisivo.
1 comentario:
Ja
Pág. 124
http://es.scribd.com/doc/101971132/Sahlins-Marshall-La-Ilusion-Occidental-de-la-Naturaleza-Humana
Buenas noches
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